“Rey poderoso que amas la justicia, tú mismo estableciste la equidad” (Salmo 99:4)
Equidad y justicia siempre van juntas, no se entiende la una sin la otra. Cuando la equidad está ausente entonces no hay posibilidad de aplicar justicia y derecho. Es lo que a algunas personas les cuesta tanto entender, creen que se puede ser justo y al mismo tiempo actuar con falta de equidad.
En los Juegos Olímpicos de 1912, en Estocolmo, Suecia, el mejor corredor del mundo de los 100 metros planos, Howard Drew no apareció al momento de la partida. Más tarde se supo que un grupo de racistas norteamericanos lo raptaron desde el camarote de su barco porque no querían que un negro subiera al podium de los ganadores.
Lo interesante de esto, es que más allá del delito de haber secuestrado a una persona exclusivamente por el color de su piel, es que todos los secuestradores eran personas cristianas que todos los fines de semana asistían religiosamente a una iglesia. Ellos creían que Dios validaba de una forma u otra lo que ellos hacían. Sin duda, en su mente, Dios era “blanco” y estaba de acuerdo con ellos.
Quisiera decir que esto sólo ocurrió en 1912, pero ha seguido ocurriendo en nuestro mundo de manera horrenda. La discriminación, por las más distintas razones es la manera de actuar de todos aquellos que suponen que “Dios está de su parte”.
Bajo diferentes criterios se discrimina y no se actúa con equidad. Se trata a las mujeres como seres de segunda categoría, porque ese es “el diseño de Dios”. Se hacen diferencias sociales entre ricos y pobres, aún cuando todos sean cristianos, porque “así lo ha querido Dios”. Se discuten cuestiones nacionalistas y se defiende la “bandera”, el “terruño” y los “valores patrios”, porque “eso es lo que Dios quiere”.
La Biblia enseña que todos, independientemente de color, raza o nacionalidad somos hechos a imagen y semejanza de Dios. También dice que en Cristo ya no hay “varón ni mujer”. En relación a los nacionalismos trasnochados nos dice que los cristianos “somos extranjeros” porque nuestra patria no es de esta tierra. En suma nuestro Dios ama la equidad y rechaza la discriminación. Entenderlo es básico.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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