Apologética de la fe


“Algunos anuncian a Cristo por amor, sabiendo que Dios me ha puesto aquí para defender el evangelio” (Filipenses 1:16)

Juan Calvino (1509–1564)

A través de toda la historia del cristianismo han existido creyentes que consideran que su misión personal es defender la fe. Son los llamados “apologétas”. Aparentemente es una misión digna y necesaria, el problema, es que muchos llevados por el celo de la fe terminan en prácticas que no tienen nada que ver con Jesucristo.

Juan Calvino fue un reformador francés que vivió la mayor parte de su vida en Ginebra, Suiza. Hizo extraordinarios aportes al cristianismo con sus reflexiones, libros y sermones, no obstante, en su defensa de la fe terminó apoyando situaciones que nada tienen que ver con el mensaje de Cristo.

Hay miles de congregaciones que siguen las doctrinas enseñadas por Calvino, son las denominaciones “calvinistas” que se contraponen en muchos puntos con los seguidores de Lutero, denominados “luteranos” (que no son necesariamente los miembros de la Iglesia Luterana).

Cuando tenía poco más de 20 años adoptó los puntos de vista de Lutero: negación de la autoridad de la iglesia de Roma por derecho divino, oposición a la sucesión apostólica desde el apóstol Pedro, e importancia básica a la Biblia como única regla de fe y conducta («Sola fides, sola Scriptura»), destacando la doctrina de la justificación del hombre por medio de la gracia.

Cuando llegó a Ginebra, Guillaume Farel, había logrado la expulsión de la Iglesia de Roma de su territorio y se había instalado una especie de teocracia donde sus habitantes sólo aceptaban vivir bajo los dictados de la Palabra de Dios, se abrió así un capítulo difícil para el cristianismo al unir el contenido teológico con el gobierno y el estado.

Calvino en su afán de defender la fe participó en la decisión de exiliar a personas que tenían planteamientos diferentes a los que él defendía. Lo más oscuro de su ministerio fue haber participado en la condena a muerte de al menos 58 personas cuyo único delito era tener una perspectiva diferente al reformador.

La historia sigue vigente y está allí para enseñarnos sobre los excesos a los que se llega cuando se une poder temporal con defensa de la fe, la tentación de hacer justicia por mano propia son muchas. Defender la fe no implica eliminar a los contrarios, lección que aún hoy algunos no aprenden.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inedito: Héroes de verdad

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