“Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado” (Génesis 2:8)
Dios anuncia que crea “al hombre” (adan), al “ser humano” desde el polvo y sopla en su nariz aliento de vida.
Luego anuncia que crea un huerto y pone allí al “hombre” (adan). Y señala que pone al “hombre” (adan) en el huerto, para que lo labrara y lo cuidara. Remata la argumentación diciendo que “no es bueno que el ‘hombre’ (adan) esté solo” y envía al “hombre” (adan) a dormir.
Si han seguido la lógica de los textos anteriores, hasta allí se habla de “adan”, una expresión que lamentablemente en la historia del cristianismo ha sido traducida como nombre propio, siendo un sustantivo genérico, no referido a un ser humano en particular sino a la humanidad en términos genéricos. Siguiendo la lógica hebrea de una narración en síntesis y desglose, el texto habla consistentemente de la humanidad, y no del primer ser humano en particular. Recién en el versículo 23 del capítulo 2 se diferencia al varón de la mujer. Hasta ese momento, el texto está hablando en términos genéricos.
Al no entender esto se ha hecho una teología falsa de algo que el texto no señala.
¿A quién crea Dios del polvo? A ambos, al varón y la mujer. Al señalar que a la mujer la crea de un “costado” (no costilla como malamente traducen las traducciones), está señalando que es de la misma esencia humana. De hecho, cuando el varón y la mujer mueren, ambos son convertidos en polvo. Ninguna mujer se convierte en “costilla” o “costado” una vez que muera, señalando de manera taxativa que tanto uno y otro son humanos.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
Pas una pregunta. entonces no se realizó ninguna operación en el hombre?
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