Paternidad compartida


"Multiplicaos; llenad la tierra y sometedla” (Génesis 1:28)

Ayer analizábamos que circunscribir a la mujer sólo al rol de la maternidad es una forma sutil de descrédito. En ese caso, el varón quedaría a cargo del liderazgo, aunque la Biblia sostiene que la administración fue dada a ambos, varón y mujer; el varón prosperaría, aunque la Escritura enseña que ambos deben fructificar; y así sucesivamente.

Lamentablemente, no se entiende el plan de Dios, que nunca ha dejado de ser.

Cuando Dios planeó la familia supuso un vínculo donde ambos, el varón y la mujer, liderarían y serían los encargados de guiar a los hijos.

Lamentablemente, muchos varones se conforman con ser sementales y proveedores. Suponen que toda otra responsabilidad es de la mujer.

Esa es una forma sutil de desprecio que trae consecuencias devastadoras para la vida de los hijos, que tienen padres afectivamente ausentes.

Varios estudios han demostrado que un porcentaje mayoritario de delincuentes juveniles tienen padres ausentes, algunos físicamente y otros emocionalmente. Parte de un modelo donde los varones se abstraen de la responsabilidad paterna suponiendo que criar y guiar hijos es tarea de mujeres. Ese no es el modelo divino. Es un paradigma cultural arraigado que hay que desterrar.

Por eso hemos creado el “mito de la supermadre”, y suponemos que la ausencia de la madre es radicalmente dañina para un niño, lo que es falso. Es tan mala la ausencia de una madre como la de un padre. Los hijos necesitan madres y padres enponderados en su rol.

Cuando el varón y la mujer trabajan activa y conjuntamente para guiar, disciplinar y amar a los hijos, éstos crecen en un ambiente emocionalmente sano.

Los embarazos infanto-juveniles, están vinculados directamente a la ausencia afectiva del padre. Seguir con el mito de la supermadre mella el modelo que Dios ha dado.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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