Sólo madre


“A su mujer Adán le puso por nombre Eva, por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20)

Martín Lutero es considerado un adalid del cristianismo protestante, no sólo es el autor más importante de la Reforma, también le legó al cristianismo algunos estudios muy importantes respecto a la justificación por la fe. Sin embargo, también era, como sus coetáneos, un misógino. Fue criado para considerar a la mujer como un ser inferior, según Lutero, para lo único que servía la mujer, era para producir hijos. Sus palabras textuales:

“Tengan sus hijos y hagan como puedan; si mueren, benditas sean, porque seguramente mueren en medio de una noble labor y de acuerdo a la voluntad de Dios... Así ven ustedes cómo son débiles y poco saludables las mujeres estériles; aquéllas bendecidas con muchos niños son más saludables, limpias y alegres. Pero si eventualmente se agotan y mueren, no importa. Que mueran dando a luz, que para eso están” (Martín Lutero).

Pareciera un elogio, pero no lo es, es simplemente, convertir a la mujer en una parturienta sin ningún otro valor en sí misma, algo similar a lo que hizo Adán cuando decidió ponerle nombre a su esposa, en una actitud totalmente arbitraria.

Lo que en realidad le estaba diciendo es que él, como varón, de allí en más sería “Adán”, es decir, “ser humano” creado a la imagen de Dios. Ella sólo sería “Eva” (madre), nada más.

En realidad, con ese acto pretende quitarle dignidad como ser humano y circunscribirla exclusivamente a un rol.

Es honorable ser madre, pero no es posible hacerle caso a Adán, y limitar la influencia de la mujer sólo a la maternidad. Su sentido de la vida no puede agotarse sólo en la maternidad.

Es muy común que misóginos, sexistas, machistas y todos los que tienen en la actualidad un discurso patriarcal, apelar al mismo argumento.

Niegan el liderazgo de la mujer o cualquier otro rol, diciendo que ella tiene una sola responsabilidad: Ser madre y criar hijos. Concepto no bíblico sino cultural.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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