Amar no es para cobardes


“Tiempo de amar” (Eclesiastés 3:8)

El amor exige tomar riesgos. No se puede amar, sin atreverse. El dicho popular dice “el que no se arriesga no cruza el río”, y en muchos sentidos, tiene razón. No se puede amar con miedo, con un temor que paraliza y no deja actuar. Quien se decide amar, elige correr un riesgo, que no es poca cosa.

Un buen título de un libro sobre el amor sería “el riesgo de amar”. ¿Por qué un riesgo? Simplemente, porque no sabes cómo va a resultar la relación y tampoco conoces a ciencia cierta cómo es en realidad la persona que amas. Tienes una vaga idea, alimentada, en gran parte por las expectativas que tienes, y por lo que ves y por lo que te niegas a observar.

Muchas personas se niegan a gozar del amor, por temor, por miedo a fracasar, lo que es absurdo. El fracaso está en el horizonte de cualquier pareja, no existe un matrimonio que tenga garantías ante el fracaso. Todos, de un modo u otro, pueden encallar en los roqueríos del fracaso. Si existiera garantía, en cierto modo, le quitaría la emoción del descubrimiento y la expectativa.

Muchos suponen que la reticencia de tantos jóvenes a casarse es simplemente, porque han visto el fracaso de tantas y tantas parejas que no fueron capaces de mantener a flote sus relaciones. Eso es falso, hay millones que no se han “casado”, siguiendo las reglas protocalares inventadas en Francia luego de la revolución francesa, pero tienen parejas, viven en uniones monogámicas, son fieles, comparten la vida y los recursos, y apuestan a que esas relaciones van a ser exitosas, por eso se quedan y permanecen, sin un papel que les diga que son matrimonios, pero comportándose como si lo fueran... en la realidad, lo son, aunque no haya un papel que lo atestigüe, por eso algunos gobiernos le han dado carácter legal a dicha unión.

La compasión que tengo no es hacia las parejas de hecho, que mantienen buenas relaciones y que viven casados, sin estar unidos por un “papel”. Sino, la tristeza me da al observar a miles de jóvenes y señoritas, que simplemente, se quedan solos, porque tienen tanto miedo de fracasar, que no emprenden el riesgo de amar. Son profecías autocumplidas, vivientes.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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