La virtud de elegir


“En este día os doy a elegir entre bendición y maldición” (Deuteronomio 11:26)

Elegir, tomar decisiones, optar por un camino u otro, es un trabajo arduo que exige calificaciones cognitivas superiores. No es cosa de escoger lo primero que se nos venga a la cabeza, sino que se trata de ponderar opciones, analizar, reflexionar, sopesar pro y contras, y luego, elegir el camino que se ha de tomar. Una vez hecha la elección, aunque es posible volver atrás, las consecuencias de lo que hemos decidido no se dejarán estar.

Desde el punto de vista ético, elegir está entre las características propias de la razón. Se considera un acto superior de quienes deciden vivir conforme a planteamientos razonables, antes que intuitivos. Está en el espectro de lo que antiguos griegos llamaban virtud. Por eso, el ser irracional era tan despreciado por los filósofos antiguos, porque lo consideraban alguien desprovisto de humanidad.

“El bien —nos dice Alfred Sonnenfeld— no es algo abstracto que nunca llega a materializarse, sino algo presente en todas las acciones humanas, que transforma realmente al hombre generando en él virtudes y, con ellas, un bienestar concreto. La virtud hace fácil el obrar bien” (2013:18).

Desarrollar la capacidad de elegir, demanda trabajo. No es cuestión de una mente irreflexiva, todo lo contrario. Es fruto del análisis, del contraste de ideas, de la ponderación de los hechos, de la crítica a lo que no está bien, en suma, es un acto complejo.

Las personas no suelen unir en una misma frase la palabra “amor” y “decisión”. Actúan como si el amor fuera una acción automática que anula el pensar. Por esa simple razón, miles y miles de personas se estrellan cada día en las rocas de la realidad, cuando se dan cuenta que su pareja no es la persona que esperaba, y al contrario, lo que suponía que iba a ser una experiencia maravillosa se termina convirtiendo en una pesadilla.

De hecho, hay quienes deducen equivocadamente que amar y razón se contraponen, cuando es todo lo contrario. Sin la razón y la capacidad de decidir de manera coherente y sabia, el amor, siempre termina estrellándose en roqueríos de desilusiones, amarguras y tormentas. Amar es decidir.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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