Cosechar vida eterna


“El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna” (Gálatas 6:8)

El apóstol se extiende en la idea que analizamos ayer, es decir, usando la imagen de la siembra y la cosecha, explica el verdadero sentido de olvidar nuestra responsabilidad. Tal como ocurre siempre, este versículo sacado de su contexto ha servido como garrote para la mente de quienes son acusados de pecado. ¿Es eso de lo que está hablando Pablo? Absolutamente no.

El contexto es ayudar a quien ha caído en pecado. Los pasos que ha venido dando son parte de un proceso que puede durar años. La restauración de una vida no es algo que ocurra de la noche a la mañana, y ciertamente, no es cuestión de “decir” o “hablar con el pecador”, cada individuo tiene tendencias adquiridas y heredadas, algunas serán limadas y superadas con la gracia de Dios, y otras, será necesario esperar el momento cuando venga Cristo y lo corruptible se vista de incorrupción.

Los que acusan, siembran de su naturaleza pecaminosa, pavimentan su destrucción, porque al juzgar a otros olvidan su propia condición, los que los hace vulnerables a seguir cometiendo errores, y lo más dramático, es que quienes se convierten en jueces a menudo dejan de depender de la gracia de Dios y se convierten en presuntuosos que llegan a creer que lo que son depende exclusivamente de su propia voluntad, camino que ciertamente, sólo lleva a la perdición.

Quien sabe quién es, entonces, no condena, y con esa actitud, siembra para vida porque aprende a depender sólo de la gracia.

“Todos nosotros somos expertos en practicar la virtud a distancia” (Theodore M. Hesburgh)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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