“Hirió a los primogénitos del país, las primicias de su virilidad” (Salmo 105:36)
Me dan pena algunos hombres, especialmente, los adultos que formaron a nuestra generación. Los encuentro —en su mayoría— perdidos en su virilidad, confundidos frente a una sociedad que ha replanteado la masculinidad, y que le ha dado un enfoque diferente a la relación de pareja. Muchos no encajan. Se encuentran como hojarazcas llevadas por el viento. No han aprendido a ser hombres en un nuevo contexto, más sano emocionalmente, pero más desafiantes para los hombres.
A esto se agrega el problema de tantos varones que carecen de una imagen paterna positiva, por haber sido criados sólo por mujeres o por tener padres ausentes física y afectivamente. Todo lo cual complica el traspasarle a la siguiente generación una perspectiva varonil sana. En muchos sentidos, los varones, están en más dificultades que las mujeres en lo de aprender a ser “hombres”. Los paradigmas no están presentes.
Se enseñó por siglos que los varones estábamos para proteger y cuidar. ¿Cómo hacerlo frente a mujeres que son independientes, profesionales, y que salieron a ganarse el dinero, sin depender de maridos? Eso complica a la mayoría, porque no saben qué hacer con el dinero ganado por sus esposas ni cómo actuar en este nuevo escenario. La mala reacción de muchos es añorar el viejo modelo donde los varones eran superiores e imponían sus criterios y quejarse de esta nueva mujer con la que no saben interactuar.
Eso está llevando a muchos varones a abandonar a sus parejas independientes o buscar, concientemente a mujeres que puedan depender ecónomica y emocionalmente de ellos. Es un regresar al estado patriarcal, por no saber cómo interactuar con mujeres diferentes. Sólo aceptan que sus esposas o parejas trabajen, si saben que son empleos mal pagados o donde ellos continuan teniendo el control monetario, ya sea porque ganan más o porque decidirán como se gasta el dinero.
Lamentablemente, muchos varones religiosos, han sacralizado el viejo modelo patriarcal, por miedo a perder dominio sobre las mujeres, cuando en realidad deberían aprender que una pareja de verdad va a la par, como la palabra lo dice, en un pacto de mutua ayuda.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: LAZOS DE AMOR
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