“Quien en ti pone su esperanza jamás será avergonzado; pero quedarán en vergüenza los que traicionan sin razón” (Salmo 25:3)
Hay promesas que son extrañas. El “jamás” de este versículo es absoluto y parece indicar que los creyentes nunca vivirán situaciones difíciles donde serán avergonzados. Sin embargo, la realidad ha sido muy distinta de la promesa. Cuando leía este texto no pude dejar de pensar en los millones de judíos que apelaron a esta promesa en medio de persecusiones crueles e inhumanas. ¿Cómo lo habrán sentido en medio de campos de concentración o en escondites nausebundos?
Creo que la promesa es más bien un deseo a largo plazo de David. En medio de su aflicción clama a Dios y le manifiesta confiar en él (v. 1), sin embargo, él mismo está padeciendo persecusión y humillación, por lo que el Salmo adquiere un tono dramático.
En el versículo 20 el tono cambia, ahora no es perentorio ni utiliza expresiones absolutas, sino más bien es una súplica: “Protege mi vida, rescátame; no permitas que sea avergonzado, porque en ti busco refugio”.
Ciertamente, y con absoluta certeza, Dios no desea nuestro mal. ¿Pero, puede Dios evitar todos los males que nos ocurren?
Esa es una pregunta que ha desvelado a pensadores, teólogos y creyentes a través de todas las edades.
La respuesta no es fácil. Por un lado, se puede decir con total certeza, si puede, definitivamente tiene todo el poder. Sin embargo, está limitado por elecciones que él mismo ha hecho, como otorgarnos la libertad de elegir, y en ese darnos libertad, ha creído en justicia no intervenir en situaciones que son producto exclusivamente del ejercicio de dicha libertad. Su intervención arbitraria podria provocar un quiebre en el equilibrio de la justicia, porque tanto como los creyentes tienen derecho al ejercicio de su libertad, también lo tienen quienes no son creyentes.
No es fácil este salmo, como no es sencilla la existencia humana ni la decisión divina. Dios actúa cuando está en perfecto equilibrio la libertad y la justicia, algo muy difícil de entender para el ser humano.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA

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