No esa compañía


“Aborrezco la compañía de los malvados; no cultivo la amistad de los perversos” (Salmo 26:5)

Es arriesgado lo que dice David en este Salmo porque ¿quién puede determinar quién es malvado y quien perverso? Parece olvidar David sus propias palabras del Salmo 51:5 cuando nos recuerda que todos hemos nacido con tendencia al mal. Al parecer, si lo leemos de manera fría y descontextualizada, David se estaría poniendo en un sitial superior, en relación a su prójimo.

¿A quién llama malvado y perverso David? Ciertamente no se está desdiciendo de sus palabras expresadas en otros versículos donde nos recuerda que todos tenemos el mismo origen y naturaleza. Sin embargo, sabe bien que hay gente que no quiere nada con Dios, que no desea ser transformado, que no anhela vivir con “manos limpias e inocentes” (v. 6) ni “caminar en torno” (v. 6) al altar de Dios.

Cuando una persona decide alejarse de Dios y elige voluntariamente ponerse fuera del alcance de la influencia divina, entonces, todas sus tendencias heredadas y adquiridas se maximizan y la maldad aflora con mayor fuerza.

Los malvados del Salmo 26 son “asesinos” (v. 9), gente “llena de artimañas y sobornos” (v. 10). En otras palabras, personas que han perdido todo el sentido de las proporciones y no trepidan en hacer maldades porque han perdido todo respeto a Dios, y como consecuencia, a su prójimo.

Es decir, todos nacemos bajo la maldición del pecado, pero cuando una persona decide doblegar su vida a Dios y permitir que Dios transforme nuestra naturaleza, comienza un largo proceso de transformación, donde el carácter se va puliendo y las tendencias heredadas y adquiridas van siendo transformadas.

Por eso David, sin arrogancia no duda en compararse y decir “llevo una vida intachable” (v. 11), evidentemente, en comparación con gente asesina y que tuerce el derecho.

Todos somos pecadores, pero diremos que a algunos se les nota más, porque no han permitido que la influencia divina transforme sus vidas y los convierta en individuos diferentes.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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