Amor y servicio


“Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta” (Santiago 2:17)

Hacer teoría es lo más sencillo del mundo. Cualquier cristiano con una Biblia y suficiente paciencia puede armar una hermosa teoría sobre el actuar cristiano. Pero, cuando no se sale del discurso, todo lo que se dice es sólo ruido sin el menor valor.

Todas las semanas las iglesias alrededor de todo el mundo se llenan de gente bien intencionada para escuchar sermones y homilías que los exhortan a mirar más allá de este mundo y esperar la segunda venida de Cristo. El llamado a prepararse para el mundo venidero es una constante.

Sin embargo, aunque ese mensaje es verdadero en esencia, su énfasis resulta ser desequilibrado, porque una teoría, por muy hermosa que sea, si no va acompañada de acciones concretas y visibles, termina siendo sólo palabras que se pierden en miles de sonidos y escritos sin mayor efecto sobre la vida de las personas.

El cristianismo no es una teoría para aliviar conciencias o remarcar triunfalismos trasnochados. Desde el mismo Cristo, ser cristiano significa hacer la diferencia en la vida de quienes sufren y padecen. Sólo cuando Cristo sea sacado desde el interior de las iglesias y los cristianos sigan su modelo encarnacional, encarnándose en la sociedad, para ser verdaderamente los que curen heridas y llevan paz a los dolientes, el cristianismo será lo que Jesús quiso que fuera, una forma de vida que lleve vida a quienes están muertos, aunque caminan por esta tierra, sin sentido y sin propósito.

Quien de verdad ama, hace lo que debe hacer: Lleva alivio al sufrimiento de quienes padecen. Sin ese gesto, el cristianismo es mera teoría sin valor.

“La fe conduce al amor, y el amor al servicio” (John R. W. Stott)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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