“El gobernante que oprime a los pobres es como violenta lluvia que arrasa la cosecha” (Proverbios 28:3)
Siempre han existido poderes absolutistas y nunca dejarán de haber personas que creen que la imposición es la única vía de gobierno. Quienes así creen no sólo desconfían de las capacidades humanas, no tienen en cuenta a Dios quien con su ejemplo muestra claramente que esa vía no sirve.
Muchas veces he dicho que me aterra que algunos “buenos hermanos cristianos” fueran los que gobernaran, porque los criterios no alcanzarían para traer oprobio sobre el cristianismo.
El absolutismo se vale de la imposición y la fuerza para lograr que sus deseos se manifiesten.
En todo orden de cosas, empresas y estados existe la tendencia al absolutismo. Siempre es más fácil imponer que persuadir.
Muchas veces me he preguntado ¿cómo lo haría Jesús? ¿Qué haría diferente que sirviera de parangón o modelo para los que vienen?
Lo único que creo posible es que Jesús actuaría muy distinto a quienes ven en el poder sólo corrupción y afán de gloria personal. Cristo, se levantaría e intentaría persuadir a la máxima cantidad de personas que es posible vivir la utopía de una sociedad asentada sobre valores eternos.
Cristo no era pasivo. Sin embargo, tampoco era confrontacional y político. Si lo hubiera querido a la entrada a Jerusalén podría haberse convertido en rey, pero no lo quiso, porque su meta era convertirse en salvador, para llegar a ser el rey. Cristo espera que sus hijos que gobiernan lo hagan sobre la base del amor y del respeto.
“El absolutismo es la manifestación política de la ‘imposición’” (John Stott)
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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