Libres para pensar


“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1)

En una ocasión el dictador y genocida alemán Adolf Hitler dijo: “Los gobernantes tienen suerte de que los hombres sean incapaces de pensar”. Lo dijo en un tono condescendiente, paternalista, pero también de cierta sorna y desprecio frente a quienes aparecían como pobres hombres que se dejaban manipular.

¿Cuál debería ser la conducta de un cristiano? ¿Qué debería hacer frente a un mundo hostil? ¿Qué decir frente a un desprecio como éste?

El pueblo alemán, en general, era profundamente religioso en tiempos de Hitler. La mayoría eran seguidores de Martín Lutero, muchos de los seguidores directos de Hitler fueron cristianos abiertamente profesantes de la iglesia cristiana, pero de todos modos cayeron envueltos en la manipulación de este hombre. ¿Por qué?

En primer lugar, porque muchos no estaban coscientes de las ideas que habían permeado no sólo su sociedad sino su cristianismo. Habían dejado de criticar su propio pensamiento para amoldarse a una forma de pensar que creía, por ejemplo, en la superioridad de una raza sobre otra, y eso se predicaba incluso, desde los púlpitos.

Cuando perdemos perspectiva de nuestras propias ideas y no las decantamos a la luz de la Palabra, terminamos convertidos en algo diferente al ideal de Dios y nos tornamos simplemente en peleles de las ideas torcidas de otros, como en el caso de la Alemania nazi.

“A veces no somos conscientes de nuestras ideas. Una idea en este sentido es una tendencia a aceptar formas de pensar y de sentir que tal vez no seamos capaces de reconocer en nosotros mismos o que incluso no seamos capaces de articular explícitamente” (Simon Blanckburn)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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