El primer acto de bondad

“Hermanos, no hablen mal unos de otros” (Santiago 4:11)

Hablar con verdad y actuar de manera honesta y transparente siempre, es uno de los desafíos del ser cristiano. Si alguien se llama seguidor de Jesucristo, pero a la vez, habla mal de otras personas y se comporta de una manera inapropiada sembrando sombras sobre la conducta de otros, simplemente, está negando en los hechos su fe cristiana.

El escritor Jean Maalouf en su libro El poder sanador de la bondad señala acertadamente que “nuestras palabras deben reflejar nuestros pensamientos” (Maalouf, 2006: 38). Al ser representantes de Dios, nuestras palabras deben ser expresión de coherencia de fe. Decir y hacer conforme a la imagen de Dios que existe en nosotros, de otro modo el discurso y la práctica se convierten en un mensaje con ruido que no permite a la gente no creyente comprender verdaderamente el sentido de ser cristiano.

Ocuparse en la felicidad ajena crea las condiciones para que otros nos devuelvan la mano y hagan lo mismo por nosotros. De hecho, cada acto de bondad que realizamos, tarde o temprano vuelve a nosotros convertido en un gesto de esperanza.

Las palabras tienen el potencial de convertirse en armas de agresión o en bálsamo sanador. Son neutras en su existencia, pero no en su utilización.

Una palabra bondadosa puede implicar un antes y un después en la vida de una persona. Puede, representar el impulso para creer y convertirse en alguien dispuesto a vivir, a creer y pasar por la vida no como mero existente, sino como alguien que hace la diferencia.

“El primer acto de bondad que podemos ofrecer a los demás es declararnos a favor de la verdad, ser verdadero y hablar la verdad” (Jean Maalouf)

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer