Un autoengaño peligroso


“Por tanto, pastores, escuchen bien la palabra del Señor” (Ezequiel 34:7)

Estar equivocado no es un problema serio en tanto las personas estén dispuestas a reconocer su error y enmendarlo. Vivir equivocados aún a sabiendas que es un error, es simplemente, un autoengaño que trae consecuencias desastrosas. Uno de esos engaños, más comunes de lo que se supone, es creer que “soy pastor” cuando una organización religiosa lo proclama.

Siempre me ha molestado escuchar de mis estudiantes de teología la frase: “Me llamaron al ministerio” o “tengo un llamado al ministerio, me llegó la carta de invitación”. Son oraciones que dichas en un tono triunfal esconden una mentira. ¿Quién llama? ¿Dios o una organización?

Si le hago caso a las frases anteriores, eso significaría que si una organización religiosa no me da trabajo remunerado, entonces, no soy llamado al ministerio. Si Pablo hubiera creído eso, entonces, no tendríamos el ministerio de Pablo.

De hecho, aún más, contra toda lógica de su tiempo, Pablo expresamente rechazó el ser pagado para predicar, para ser independiente no sólo de una organización sino para mantenerse libre de ir donde quisiera para predicar el evangelio. En la actualidad, si Pablo fuera un asalariado de una congregación, tendría serios problemas para aceptar el desafío: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hechos 16:9). Seguramente le dirían: Es que te pagamos para que prediques aquí, no para que vayas allá.

Ser pastor no tiene nada que ver con salario sino con vocación, si eso no se entiende, entonces, el engaño es fatal.

“Cuando un predicador toma la Biblia seriamente, toda la iglesia empieza a tomar la palabra de Dios seriamente” (Steven Lawson)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito Reflexiones al amanecer
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