“Vivan en armonía los unos con los otros” (Romanos 12:16)
Vivir en armonía es un arte. Cualquier artesano para dominar su oficio lo que debe hacer es aprender cuidadosamente el arte que realiza. Un alfarero, por ejemplo, no domina el arte de hacer sus obras de la noche a la mañana. Se necesita tiempo, dedicación, cometer errores y aprender de ellos, y práctica constante. Probablemente sus primeras obras no tendrán la calidad de profesionales, pero a medida que va pasando el tiempo deberá dominar su arte.
Lo mismo ocurre con la armonía en la pareja. No se llega a vivir una relación estable, pacífica y constructiva de la noche a la mañana. Es preciso dominar el arte de vivir en armonía y eso es producto de esfuerzo, constancia y aprendizaje.
Una de las formas de construir armonía es prestar atención al cónyuge y para eso es preciso estar atento a situaciones que pueden afectar dicho desarrollo. “Los factores internos que afectan la atención incluyen: estar cansado, estar pensando en otra cosa, estar preparando mentalmente una refutación y estar aburrido” (Markman, Scott y Blumberg, 2000: 64). Estas interrupciones mentales impiden una buena comunicación y tener conversaciones fluidas, lo que evidentemente afecta la armonía de la pareja.
Dar atención implica tener una actitud abierta y receptiva a las necesidades de la pareja. Una persona que ama no sólo se ocupa de sí mismo, dedica tiempo y atención a la persona que ama, dándole un lugar prioritario en su vida. No hay otra forma sana de construir una relación armoniosa.
Una actitud crítica y de reproche lo único que logra es centrar la atención es aspectos negativos y no ayuda a la pareja a construir una relación de armonía. “Destacar, de forma reiterada, los errores y defectos de la pareja empujan la relación hacia un despeñadero” (Navajo, 2012: 137). Si hay una actitud negativa destructiva, entonces, hay que atenderla de frente y con ayuda profesional, de otra forma, lo único que se logra es destruir la relación.
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