Las cosas por su nombre


“La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad” (Salmo 115:1)

Asistimos a una verdadera tragedia en el cristianismo. Una realidad de la que pocos están conscientes. La mayoría simplemente se ha dejado llevar por la inercia de hábitos que están tan arraigados en la vanidad colectiva del ministerio cristiano que se ha perdido todo sentido de proporción: Decimos seguir a Dios y nos decimos discípulos de Cristo, pero lo hacemos mediados por seres humanos que se consideran superiores al mismo dios. Que actúan como si todos los méritos salieran de ellos y permiten que se les trate como si fueran semidioses, individuos que se autocalifican de inspirados, pero que bien podrían ser agoreros de la palabra, individuos que tienen tan buena oratoria que logran adormecer a sus oyentes que caen rendidos a sus pies como si de iluminados se tratara.

La gente va en busca de predicadores pero no de la Palabra. No logran entender que los ministros son sólo medios, no fines en sí mismos. Las historias de “grandes” predicadores multimillonarios, que han amazado fortunas gracias a la ingenuidad y necesidad de sus oyentes es cada vez más vergonzosa.

Jesús, el único que merece honra, no tenía un lugar que pudiera llamar propiamente su hogar. Caminaba por sendas polvorientas, sin ningún tipo de aspavientos, pero muchos de sus seguidores actuales no pueden decir lo mismo. La vanidad de muchos predicadores opaca el evangelio.

Por eso que las palabras del salmista son tan certeras: “La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad” (Salmo 115:1). Siempre debería ser así.

Cuando un predicador atrae la gloria hacia sí mismo, en ese mismo instante su ministerio se acaba.

Los griegos se acercaron a Felipe y le dijeron: “Queremos ver a Jesús”. Muchos predicadores deberían escuchar el mismo pedido cada vez que se atreven a hablar en nombre de Dios. Su vanidad ha logrado opacar a Jesucristo y han convertido el cristianismo en algo muy distinto a lo que Jesús soñó cuando dio su vida por nosotros.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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