Luz para los justos


“Para los justos la luz brilla en las tinieblas” (Salmos 112:3)

Hay preguntas que no son inoficiosas, una de ellas es preguntarse qué significa ser justo. Tener claridad sobre ese pensamiento es fundamental para poder entender qué quieren decir los textos bíblicos que hablan del justo.

Una respuesta que históricamente se ha sostenido como válida es que las personas justas son aquellas que no cometen errores, que cumplen a cabalidad las indicaciones de Dios y que son irreprensibles, en todo sentido. Esa perspectiva, que lamentablemente ha permeado todo el pensamiento cristiano prevalece en la mente de quienes creen que para ser aceptados por Dios debemos ser merecedores de su gracia y de su amor.

Puede parecer una opción bien elaborada y persuasiva, pero es falsa. La obediencia no salva a nadie. Dios no busca persona perfectas para aceptar. Entenderlo de esa forma introduce un sesgo de error, porque presenta el concepto equivocado de que finalmente el ser humano tiene la capacidad en sí mismo de ser bueno. Hace que la gracia divina deje de ser gracia y se convierta en una especie de competencia para mostrarle a Dios que somos dignos de lo que él pueda ofrecernos.

La Biblia presenta una perspectiva totalmente distinta. Nos dice que los seres humanos nacen con tendencia al mal y que es imposible que por su propia voluntad y esfuerzos lleguen a ser buenos y perfectos. Por esa razón, la salvación es objetiva, no depende de cuestiones subjetivas, ni de esfuerzos humanos. Todo lo que debía ser hecho fue realizado, completado y finalizado por Cristo en la cruz.

Justo es aquel que está protegido por la justicia divina. Aquel que se ampara en la gracia de Dios. Dios llama justos a quienes habiendo aceptado la gracia de Dios son capaces de descansar en su mirada de amor y bondad.

Cuando se pierde de vista el sacrificio de Cristo, entonces, existe la tendencia humana a ufanarse de lo que el ser humano nunca ha sido ni podrá ser capaz, es decir, hacerse bueno a sí mismo. El único que tiene el poder de transformar es Dios obrando en nosotros.


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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