“Grandes son las obras del Señor; estudiadas por los que en ellas se deleitan” (Salmo 111:2)
Es una ley de la educación y el aprendizaje que nadie aprende nada si no quiere. Para poder entender algo es preciso tener antes una actitud dispuesta a conocer. De hecho, los mejores estudiantes en todas las áreas del saber, son aquellos que se deleitan aprendiendo. Los que convierten los estudios en una carga y están continuamente insatisfechos o alegando por tener que estudiar, difícilmente aprenden. Los buenos estudiantes son mentes ávidas de conocimiento.
En el caso del estudio de la naturaleza, ¿quiénes son los que se deleitan con su estudio? Según el versículo, principalmente aquellos que entienden que todo lo que existe es obra de un diseño inteligente realizado por una mente todopoderosa como lo es Dios.
Algunos estudian la naturaleza y se concentran en sus contradicciones o enigmas. Les resulta fácil encontrar motivos para no creer en la divinidad.
Al contrario, los creyentes se enfrentan a la naturaleza con la seguridad de que están aprendiendo no sólo del funcionamiento de la creación divina, sino que cuando estudian un fenómeno natural eso aporta ideas y conclusiones sobre Dios mismo.
Por eso, los especialistas en inspiración no han dudado en sostener que la naturaleza es el otro “libro” de Dios que va dando vislumbres de su carácter y magnificencia.
Aún deteriorada por el pecado, es posible gozarse con una puesta de sol, con la belleza de un bosque, con los parejas extraordinarios de un mar en calma o de una montaña nevada. Todo lo que existe da cuenta de un Dios maravilloso que creó todo para que el ser humano pudiera comprender, aún parcialmente, su inmenso amor y solicitud por nosotros, sus criaturas especiales.
Es penoso que muchas personas crean que la naturaleza es fruto del azar y de mecanismos automáticos. ¿Cómo explican la belleza de lo que existe? Difícilmente el azar podría producir la diversidad y las bellas formas de la naturaleza. Sólo Dios puede hacerlo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: SALMOS DE VIDA
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