Madurez afectiva


“Si los amo hasta el extremo, ¿me amarán menos?” (2 Corintios 12:15)


Los niños por esencia son egoístas. La mente infantil no entiende la abnegación ni tampoco el amor. Los padres creen ser amados, cuando en realidad lo único que han logrado es apego de alguien que ven el adulto la persona que los hace sentir bien. Los niños usan a los adultos, porque no tienen otra forma de vivir que no sea por medio del egoísmo propio de la sobrevivencia. Un niño no sabe amar porque para amar se necesita madurez afectiva que se logra sólo con aprendizaje y viviendo los vaivenes propios de la existencia que nos va mostrando el camino del amor, que siempre, exige entrega y sacrificio de nosotros mismos.

El psiquiatra español Juan Bautista Torelló, señala que: “La madurez afectiva depende de la capacidad de amar, y es el egocentrismo lo que incapacita para el amor, sea el amor humano o el amor divino. Para madurar es necesario salir del vivir para mí —egótico— y alcanzar un vivir para ti”.

Los niños y adolescentes sólo aprenden a amar de verdad cuando son capaces de elaborar un discurso donde la entrega sea lo primordial. Por esa razón es tan difícil el amor adolescente, porque no entiende que para amar es preciso abandonarse a sí mismo en función del objeto amado.

Sin entrega el amor es simplemente una extensión de nuestro ego, el que no nos permite amar de verdad. Es la madurez afectiva la que nos permite entender que el amor exige vivir para el amado no vivir de su amor.

Los vampiros emocionales son niños y adolescentes que nunca crecieron afectivamente y que consumen a sus víctimas, quitándoles energía y vitalidad. Siempre piden más, exigen, piden, nunca están satisfechos, pero nunca entregan, no hay darse, sino sólo recibir, tal como un niño de pecho que todo su horizonte está en función del pezón materno. Los vampiros emocionales chupan el pezón de la vida ajena privando a otros del privilegio de recibir. Esas personas que viven de ese modo, por más que lo intenten, nunca logran sentirse plenas, porque mientras más reciban más quieren, nunca se satisfacen porque no entienden que sólo al salir de nosotros mismos y darnos, es cuando efectivamente podemos recibir.


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
LAZOS DE AMOR

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