Riqueza que no se lleva


“Nadie puede negar que todos mueren, que sabios e insensatos perecen por igual, y que sus riquezas se quedan para otros” (Salmo 49:10)


Sam Walton, fundador de la cadena de supermercados WallMart acumuló una fortuna de 65 mil millones de dólares. Sin embargo, al momento de su muerte, no se llevó nada. Ningún dolar pudo prolongar su vida. A la hora de partir, todo su dinero quedó con otras personas, en este caso, su esposa y sus tres hijos.

El afán de acumulación de riqueza ha sido una constante en la vida de millones de personas. No es una mala decisión en si, porque no hay nada de malo en desear obtener riqueza y en querer vivir sin apuros económicos. El problema no es ese, sino cuando se convierte a la riqueza en el único sentido de la vida.

Algunos han hecho buenas obras con sus riquezas como Marshall Field que junto al magnate John D. Rockefeller fundaron la Universidade de Chicago y usaron su dinero para cientos de obras que fueran en beneficio de personas más necesitadas.

La riqueza no tiene más valor en sí misma que un símbolo de poder y posibilidades. Es peligroso cuando nos aferramos a ella como un fin en si misma porque se pueden perder de vista otros valores igualmente importantes. Muchos no dudan en cometer los peores crímenes con tal de tener recursos en bancos o acciones que les permitan señalar que son ricos, como Muammar Gaddafi, el oscuro y tétrico dictador de Libia que se apropió de miles de millones de dólares producto de la comercialización de petroleo en su país. A la hora de su muerte, se estima que su fortuna escondida ascendía a más de 200 mil millones de dólares, sin embargo, su dinero mal habido no bastó para impedir lo que le ocurrió.

El costo de querer fortuna a como de lugar genera individuos inescrupulosos que finalmente carecen de principios y cometen los peores desmanes, simplemente, por creer que junto con el dinero viene la impunidad.

Cuando la riqueza sirve para generar empleo, dar seguridad social a los más necesitados y promover valores esenciales, entonces, sirve, de otro modo, es simplemente una ilusión engañosa.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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