Jerusalén



“Y entre cantos y danzas, esas naciones dirán: ‘Conocimos a Dios en Jerusalén’” (Salmo 87:7)

El salmo 87 es un himno a Jerusalén. Contiene todos los elementos para enorgullecer a un israelita que pensaba que Dios vivía en Jerusalén, que habitaba allí, en el santo templo. La visión que tenían los hebreos era literal, no imaginaria. Dios estaba en Jerusalén. Al ir a la ciudad santa iban, literalmente, al encuentro de Jehová.

Aunque Dios instituyó el templo como un símbolo, los israelitas lo convirtieron en algo literal. Le quitaron el sentido simbólico y lo convirtieron en algo totalmente distinto. Hicieron de la simbología algo que perdió lógica y se convirtió en una razón de orgullo y no lo que debía ser, una razón para dar gloria a Dios y expresarle el agradecimiento que nunca debería haberse perdido. En muchos sentidos dejaron de ver su misión de dar a conocer a Dios como salvador y redentor del mundo y se ocuparon de que ellos eran los elegidos y el resto no. Su orgullo les hizo perder perspectiva. Este salmo es un ejemplo de ese espíritu.

Los cristianos corren el mismo riesgo. Los templos, un resabio de Constantino y su madre, que convirtieron los antiguos templos paganos en lugares de culto, y que comenzarona construir fastuosos edificios en lugares donde se suponía estaban enterrados algunos mártires, se han convertido para muchos en motivo de vanidad y han perdido su sentido y lógica.

Construcciones millonarias en medio de barriadas modestas y pobres, son, por decir lo menos, un monumento a la vanidad y el orgullo y no un medio de predicación de un Dios de misericordia y perdón.

Sumas fastuosas invertidas en edificios que no se usan más que algunas horas a la semana y la mayor parte del tiempo están desocupados y vacíos, tal como la vanidad que los ha construido.

Al perder de vista al Dios redentor lo más fácil es hacer monumentos a la vanidad. Dios no necesita de construcciones humanas. Él desea habitar en corazones humanos. En mentes que estén dispuestas a darle un lugar en sus vidas. Elegir un edificio y creer, con ingenuidad infantil, que Dios está allí, sólo porque lo creemos, es simplemente, no entender nada y dejar de percibir al Dios que habita en todo lugar.


 Sobrevivientes

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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