Repudio



“Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?” (Mateo 19:7)

Muchas personas, con poco conocimiento de la Biblia, y de las circunstancias que rodeaban algunas de las palabras escritas en la Escritura, fundamentalmente, por varones, han idealizado la situación de la mujer en tiempos bíblicos. La realidad dista mucho de ese mito.

En tiempos de Cristo las mujeres romanas, por ejemplo, gozaban de más derechos que las mujeres israelitas.

Los matrimonios no se formaban por amor. Eran los padres quienes elegían con quién se habrían de casar los hijos, especialmente, las hijas, que nunca podían decidir. En la práctica implicaba que las mujeres pasaban de ser pertenencia del padre a ser pertenencia del marido.

Los padres de la mujer estaban obligados a pagar una dote para la hija, que en sus inicios tenía una buena intención que era proteger a la mujer en caso de divorcio o viudez. Porque, por extraño que nos parezca, si una mujer enviudaba no recibía nada, la herencia era entregada al primer hijo varón y si no había varón, al pariente varón más cercano. En algunos casos, los hijos se hacían cargo de ellas, pero era un acto voluntario, no estaban obligados.

Además, si la mujer resultaba ser estéril podía ser repudiada sin recibir nada, simplemente, porque era “mercadería fallada”, y se consideraba que no era digna y que había sido “despreciada por Dios”, tal como se ve en el caso de la madre de Samuel.

Por otro lado, el adulterio era castigado exclusivamente para la mujer. Los varones no estaban sujetos a esa práctica, podían tener otras mujeres (concubinas) o relacionarse con prostitutas y no pasaba absolutamente nada.

Los varones, podían tomar más de una esposa, especialmente si había esterilidad o simplemente, si aparecía la oportunidad de un buen negocio con la dote de alguien. En ese contexto, el repudio suponía que la mujer perdía cualquier derecho y posibilidad de ser “redimida” (concepto que se usa en Ruth), y quedaba en la mendicidad.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SER MUJER NO ES PECADO


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