El perdón divino y humano



“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar y ve, reconciliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23)

El perdón divino va ligado al perdón humano. Una persona que se sabe perdonada por Dios no puede vivir sin perdonar a otro ser humano, es la lógica de las palabras de Cristo. Sin embargo, muchos viven una incoherencia tal que produce un autoengaño. Por un lado, saben que es necesario perdonar, pero no lo hacen, porque no quieren hacerlo, inventando mil excusas para no llevar a cabo el acto de soltar aquello que nos ata a nuestro ofensor; pero, por el otro lado, conocen que si Dios los ha perdonado, lo menos que pueden hacer, es ofrecer a otros lo que han recibido.

Muchos cristianos se congregan semana a semana en las iglesias, llegan cargados de resentimientos y odios, y luego se van a sus casas con la misma carga, sin sentir el más mínimo remordimiento por el doble estandar que están viviendo. Hay algo de irracional en todo eso y a la vez de autoengaño.

Es la irracionalidad de los torturadores que asistían solemnemente a las misas que se oficiaban en la casa del dictador Augusto Pinochet en Chile, comulgaban, leían la Biblia, y luego, agredían impunemente a sus adversarios políticos. Es la irracionalidad al servicio de lo absurdo. Es creerse un cuento que no es real. Es vivir en el autoengaño sin admitir siquiera la posibilidad de estar engañado.

El perdón sana, el odio enferma. Así de drástico y dramático. Creer de otra forma es una excusa para no enfrentar la realidad.

Cuando Jesús invita a que no sigas con el acto litúrgico porque sabes que no estás en paz con alguien lo hace a sabiendas que la religión no te ayudará si no te atreves a enfrentar de verdad aquello que te está dañando.

Nada hay tan terrible que no pueda ser perdonado. Al negarnos a perdonar, nos hacemos un daño terrible a nosotros mismos con consecuencias que perduran por décadas y contaminan nuestros vínculos y las relaciones interpersonales. No hay nada más agradable que vivir en paz. Es lo que pueden decir las víctimas de horrores de todo tipo que se han atrevido a perdonar y eso marcó toda la diferencia en sus vidas.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Lazos de amor

#MiguelÁngelNúñez #Meditacióndiaria #Devocional
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