Quedarme en silencio



“Me dije a mí mismo: ‘Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca’” (Salmo 39:1)

He meditado cuidadosamente en este versículo y me he sentido confundido. ¿Por qué callar? ¿Por qué hacerlo precisamente con los malvados? ¿Por qué tener miedo que gente mala se entere de mis transgresiones o debilidades? La clave está en la conducta del malo no en la de aquel que ha elegido protegerse.

Una persona mala busca cualquier excusa para sacar provecho de otro y el pecado ajeno es una buena oportunidad para el chantaje, la manipulación y el robo.

El salmista lo sabe, entiende que si las personas malas se enteran de su realidad vital entonces, sacarán provecho y buscarán la forma de dañarlo o de sacar algún beneficio de la situación.

¿Qué ocurre en el contexto de gente buena? Es preciso recordar que la Biblia no llama buenos a personas que no se equivocan, sino a aquellos que se han refugiado en la gracia divina y han convertido a Dios en su confidente. Piden perdón y viven vidas de paz sabiendo que Dios ha quitado su pecado y lo ha tirado “al fondo del mar” (Miqueas 7:19).

Las personas que han sido perdonadas y han entendido el valor de la gracia, siempre están dispuestas a dar su simpatía y cariño a quienes se han equivocado. Han experimentado en carne propia el sentimiento de saber libres del mal porque han sido liberados por Dios, por lo tanto, pueden con tranquilidad hacer lo mismo por otros.

Los legalistas que creen que el perdón debe ganarse, que sostienen de manera falsa que tenemos que hacernos dignos de la justicia divina, se convierten en implacables, especialmente con los errores ajenos. Son jueces de la conducta de otros, como una manera de evitar que ellos mismos sean criticados. El amor es reemplazado por la frialdad y la apatía. La crueldad y la dureza es lo que carateriza su actuar.

Por esa razón el salmista se esconde. Sabe bien que no puede confiar en gente mala. Entiende que todo lo que diga será usado en su contra.

“Tú no contribuyes en nada a tu salvación excepto el pecado que la hizo necesaria” (Jonathan Edwards)


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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