Mitos que corroen



“Sus caricias te satisfagan en todo tiempo” (Proverbios 5:19)

Agustín de Hipona es uno de los autores que más ha contribuido para modelar occidente. Sus ideas aún perduran y muchos de los conceptos que se manejan en el entorno religioso y social proceden de su pluma.

Lamentablemente fue un misógino feroz que maltrató a las mujeres de su tiempo y siguiendo una línea de pensamiento que surgió con Tertuliano, culpó a la mujer en general, de todos los posibles males de la sociedad.

Una de sus frases en el libro De Trinitate dice: “Nada rebaja tanto a la mente varonil de su altura como acariciar mujeres y esos contactos corporales que pertenecen al estado del matrimonio”.

Su desprecio a la mujer, lo llevó a sospechar del matrimonio. No es extraño que con él el celibato se impusiera como norma para los sacerdotes y los/las religiosas. La única forma de servir a Dios, de acuerdo a su mirada distorsionada de la sexualidad y del don del matrimonio.

Con las ideas de Agustín se dio pie a creer que la sexualidad era un mal menor, cuyo único objetivo era la procreación. Con dicho pensamiento lo único que se logró es crear culpa y disfunciones sexuales que han acompañado a los cristianos por siglos, todo por una mala concepción de la mujer, y por ende del matrimonio y la sexualidad.

Sospechar de la sexualidad es introducir un concepto erróneo de un don otorgado por Dios, no sólo con el fin de procrear, sino para tener vislumbres de la intimidad que Dios desea con la raza humana.

Sospechar de la mujer, como lo hizo Agustín, es crear el ambiente para que se den las peores situaciones de abuso y maltrato, basados en que la mujer finalmente es la culpable de la entrada del pecado, como enseñó Tertuliano y los que vinieron detrás de él.

Dios creó a la mujer y al varón a su imagen. La Biblia no culpa a la mujer y definitivamente, no rechaza la sexualidad.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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