Perdonar



“Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial” (Mateo 6:14).

Perdonar es un acto que engrandece. Perdonar y no tenderle la mano a quién honestamente procura enmendar su rumbo, habiendo compensado y reconocido su error, es simplemente una contradicción que confunde, más si el que lo hace se dice cristiano.

Muchos profesos cristianos se congracian a sí mismos de tener fe y de creer en Dios, no obstante, sus rencores están tan acendrados que no están dispuestos a perdonar, consiguiendo con eso mostrar una imagen sumamente contradictoria con el cristianismo, que en esencia promueve relaciones humanas sanas, o al menos, sin odiosidades.

Perdonar significa “dejar ir”, “soltar”, lo que implica no permanecer aferrados a resquemores que finalmente terminan por destruir la vida, especialmente cuando eso no hace más que aumentar el dolor y la poca claridad de los afectos que se tienden a estancar, así como agua ponzoñosa, que por no avanzar se convierte en barro nauseabundo y un lodazal de muerte.

Es cierto que algunas conductas resultan más difíciles que perdonar que otras, pero la demanda bíblica es SIEMPRE perdonar. En muchos casos, especialmente si los ofensores no dan señales de arrepentimiento, este perdón será un acto milagroso donde sólo el poder de Dios curará el recuerdo y las heridas ocasionadas. Pero, la opción contraria, no perdonar y vivir bajo el estigma del odio y el rencor, es a la larga, mucho más dañino que no perdonar.

Una persona que no perdona está amarrada, indefectiblemente a su ofensor por el resto de la vida.

El perdón libera. Permite seguir viviendo, al menos sin esa carga de pesar y dolor que implica vivir amarrados al daño que nos han hecho. Tal vez, el problema de no perdonar esté vinculado con pensar que el perdón implica reconciliación lo que es errado. Son dos temas diferentes. La consiga es siempre perdonar, pero, reconciliación, a veces, cuando es posible y no hay que sentir pesar si en ocasiones dicha reconciliación no se puede.

A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho” (Jacinto Benavente).

Del libro inédito Reflexiones al amanecer
Copyright: Miguel Ángel Núñez
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

0 comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios enriquecen este blog, y a las personas que lo leen. Te agradezco por tus aportes. Sin embargo, ten en cuenta que para que se publique lo que comentas debes indicar tu nombre (no se publicará ningún mensaje anónimo), y no debe aparecer ningún enlace a alguna página, número de teléfono, o dirección. Además, no se publicará ningún comentario con tinte ofensivo, homofóbico, discriminatorio, insultante o irrespetuoso. Todo lo demás, es bienvenido.