Un Dios que siempre escucha



“Cuando te llamé, me respondiste; me infundiste ánimo y renovaste mis fuerzas” (Salmo 138:3)

Hay tantas ideas religiosas erróneas que a veces no sé por dónde empezar para confrontar tantos mitos que son parte del folklore religioso. Una de esas ideas supone que Dios es selectivo para escuchar a quienes claman a él. Se tiende a condicionar el “escucha” de Dios, como si Dios en su omnipotencia no tuviera la facultad de escuchar a todos los seres humanos en el momento en que quiera. Es, en cierto modo, una idea infantil creer que Dios es selectivo en su escucha. La verdad es que Dios siempre escucha, especialmente a aquel que acude a él con una mente dispuesta a escuchar su voz.

Por muchos siglos, por manipulación ideológica y a veces con fines no santos, se ha vendido la idea de que Dios escucha sólo a algunos y no a otros. Esa idea no resiste análisis bíblico. Dios es omnisapiente y omnipresente, nada se le escapa, menos una oración sincera de una persona que se acerca a la divinidad con una actitud contrita.

Por eso las palabras del salmista suenan tan preclaras, porque no tiene la contaminación ideológica que por siglos hemos sufrido los cristianos. El dice: “Quiero inclinarme hacia tu santo templo y alabar tu nombre por tu gran amor y fidelidad. Porque has exaltado tu nombre y tu palabra por sobre todas las cosas” (v. 2). Se usa la palabra “fidelidad”, una expresión que tiene una riqueza de matices enormes en hebreo y que implica principalmente la confianza en que Dios no cambia, que permanece fiel a sí mismo y es posible confiar en él precisamente por su inmutabilidad.

El problema es que algunos olvidan que Dios está siempre atento a escuchar a quien de verdad quiere seguir los lineamientos de Dios. Por eso el salmista recalca: “El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos” (v. 6), y esa es la clave. “El mirar de lejos”... implica que Dios no puede acercarse a los orgullosos, porque ellos con su actitud se lo impiden.

Es en la humildad y en la mente dispuesta, donde se manifiesta la voluntad divina. Un orgulloso no está dispuesto a ceder un poco del control de su vida a la divinidad, y Dios respeta eso.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Salmos de vida
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