Complicidad


“Cuando yo le diga al malvado: ¡Vas a morir!, si tú no le adviertes que cambie su mala conducta, el malvado morirá por su pecado, pero a ti te pediré cuentas de su sangre. En cambio, si le adviertes al malvado que cambie su mala conducta, y no lo hace, él morirá por su pecado pero tú habrás salvado tu vida” (Ezequiel 33:8-9) 
La complicidad no es una opción en la Biblia. Si podemos hacer algo para impedir el mal y no lo hacemos, entonces, nos convertimos en cómplices y el mal que no hemos detenido se vuelve en nuestra contra. Así de simple y drástico es el concepto que presentan estos versículos y que no dejan lugar para una interpretación distinta.

La mayoría de los malvados triunfa por el silencio de los buenos, que optan por callar, mirar para otro lado y no intervenir. Si más “buenos” tuvieran el coraje de enfrentar a quienes obran mal, tendríamos menos situaciones que lamentar. Hace poco escuché a una mujer que decía, en el contexto del femicidio de una vecina: “Todos sabíamos que él la golpeaba”.... ¿Qué sacan con saber? Siempre me ha parecido un acto de cobardía y una irresponsabilidad cuando escucho a gente decir frases similares.

El asunto adquiere ribetes trágicos cuando no tomamos medidas cuando somos cómplices de actos de violencia. Una amiga psicóloga ya anciana, experta en abuso y violencia doméstica, hace algún tiempo me decía: “Si voy caminando por la calle y escucho que alguien está maltratando a un niño, golpeo la puerta hasta que me abran e increpo a quienes actúan así”. Al comienzo me pareció drástico, luego tuve que admitir que su valentía es una lección de vida. Muchas situaciones lamentables se evitarían si siguiéramos el mandato del versículo. Dejaríamos de ser cómplices y nos convertiríamos en responsables.

“El que no dice la verdad se hace cómplice de los mentirosos y falsificadores” (Charles Péguy).

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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2 comentarios:

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