La ley condena, no salva


“Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11)

Es impresionante como muchos cristianos leen la Biblia y no logran captar el sentido de las palabras allí escritas, porque la fuerza de la tradición y el dogma es más poderoso. Pablo dice claramente “por la ley ninguno se justifica para con Dios”. ¿Por qué? Simplemente, porque la ley sin Cristo es letra muerta, vacía, sin valor.

La ley nos muestra nuestra condición, pero no tiene el poder de justificarnos ni de salvarnos.

Cuando nos miramos al espejo lo único que el espejo nos muestra es nuestra condición. No puede limpiarnos, sólo nos señala cómo está nuestra cara y cuerpo. Si tenemos el rostro sucio, por mucho esfuerzo que hagamos, el espejo sólo nos mostrará dicha condición. Si queremos estar limpios necesitamos agua, por lo tanto, el espejo es el medio para que veamos nuestra condición y busquemos el agua como medio de solución.

Es lo mismo con la ley, nos muestra nuestra condición y nos lleva a Cristo que es nuestra agua, la solución para ser limpios. Sin Jesús la ley es sólo eso, letra muerta que nos condena pero no nos salva.

Sin la ley no tendríamos conciencia de nuestro pecado (Romanos 7:7), pero la ley en sí misma no tiene el poder de purificarnos. La ley no puede liberarnos (Romanos 8:3). Sólo en Cristo tenemos esperanza porque él es el único que nos justifica, en otras palabras, paga lo que la ley exige y cuando creemos en él, somos justificados porque se nos atribuye la perfección y la justicia de Jesús. A partir de ese momento, somos criaturas que están a salvo de la ley, al fin libres totalmente.

“Los hipócritas procuran justificación mediante la ley y las obras” (Martín Lutero).

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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