No hay muertos malos


“¡Saúl! ¡Jonatán! ¡Nobles personas! Fueron amados en la vida, e inseparables en la muerte. Más veloces eran que las águilas, y más fuertes que los leones” (2 Samuel 1:23) 

Los panegíricos son una forma literaria antiquísima. Consiste en crear un discurso que declama las virtudes de un muerto. Aún se usa, incluso con la misma pompa y circunstancia que antaño. Muchas culturas se especializan e crear verdaderos portentos literarios expresando con relamidas palabras, las más altisonantes expresiones de aprecio a los muertos. Al escuchar o leer dichos discursos una cosa queda clara: No hay muertos malos.

Pareciera de mal gusto expresar algún sentimiento contrario al que ha muerto, como si no correspondiese recordar los horrores que la persona que ha fenecido ocasionó en vida. Dictadores, tiranos, asesinos, violadores, megalómanos, femicidas, homicidas, y culpables de los más horrendos crímenes, en la hora de su muerte pasan por dulces criaturas. La encarnación de la bondad y el bien.

David no es la excepción. En la hora de la muerte de Saúl y Jonatán dice: “¡Nobles personas!”. No sé qué pasó por la cabeza de David, pero Saúl tenía de todo, menos nobleza. Fue un rey megalómano, corrupto, que no dudó en intentar asesinar a su propio hijo cuando se dio cuenta que éste apoyaba a David, considerado por él como su archienemigo.

Si pusiéramos todo nuestro empeño en decir las hermosas palabras que diríamos en un funeral, pero estando las personas vivas, muy distinta sería la historia de multitud de personas que no son reconocidas ni agradecidas, sino cuando están muertas... es decir, cuando ya no lo pueden escuchar. Triste final para una historia que debería ser distinta.

“¿Quién no sabe que en México seguimos al pie de la letra el precepto bíblico de alabar a los muertos? A los vivos los elogiamos cuando pueden darnos algo” (Amado Nervo).

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer
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