Mito del amor sacrificado


“Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos” (2 Timoteo 4:4)

Los mitos se introducen en la cultura popular como las termitas que van poco a poco horadando la madera de las casas. Cuando los habitantes se dan cuenta, ya está todo inundado y la casa totalmente destruida por los insectos que poco a poco se han comido el interior de las vigas.

Así es con el amor y la mayoría de los conceptos que los seres humanos manejamos. Se aceptan ideas que, tal como las termitas, terminan por tergiversar conceptos que son preclaros, pero que en la masa informe de la ignorancia se convierten en otra cosa totalmente diferente.

Alguien en algún momento pensó que el amor implicaba sacrificio y que debía estar dispuesto al martirio. Aunque la idea es buena, tiene un dejo de divinidad, propia de la concepción redentora de Jesús. Sin embargo, trasladar dicha idea a la práctica habitual en las relaciones interpersonales corre el riesgo de convertirse en algo muy diferente que termine distorcionando todo.

Bajo el prisma del sacrificio muchas personas suponen que si alguien no renuncia totalmente a sí mismo, abdicando de sus deseos e intereses, si no subordina todo a ese amor, incluso llegando al sacrificio, entonces, se supone que no es verdadero.

Pero, este punto de vista no entiende que el amor no reemplaza al individuo. El amor se da en un contexto de reciprocidad y tiene límites que pretenden salvaguardar la integridad física y psíquica de las personas. No es posible que alguien pida la renuncia total como prueba de amor. El amor es un puente de ida y de vuelta, de otro modo, es esclavitud.

Muchas patologías de la salud mental están asociadas a una manera de concebir lo afectivo que finalmente produce desmedro. Una madre que da “todo” por sus hijos y éstos, como vampiros emocionales no le dejan nada, no es sano ni correcto. Un cónyuge que exige paciencia, amor, tolerancia, esfuerzo y comprensión, que no da lo mismo a cambio, es como una hiena que se goza en ver la destrucción de su presa, eso no es amor, es afecto depredador que destruye. Es preciso amar, pero nunca, destruirse en el intento.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Lazos de amor
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