Vivir acusando


“¡Queden mis acusadores cubiertos de deshonra, envueltos en un manto de vergüenza! Por mi parte, daré muchas gracias al Señor; lo alabaré entre una gran muchedumbre. Porque él defiende al necesitado, para salvarlo de quienes lo condenan” (Salmo 109:29-31) 
Muchas personas no entienden que la relación de pareja es el espejo más eficaz para mostrar realmente quiénes somos. Si nos cuidamos de manera adecuada, podemos ser causales de las mayores desgracias para otro ser humano, del mismo modo, si actuamos con sabiduría podemos ser causa de bendición.

La dinámica del acusador o acusadora al interior del matrimonio o la pareja, lo único que provoca es desánimo y perplejidad. “Si te muestro permanentemente tus errores, si vivo para mostrarte como deberías haber actuado, si me ocupo de señalarte la forma en que se hacen las cosas, quizás consiga (quizás), que te sientas un idiota, o peor, que te vayas de mi lado, o peor aún, que te quedes para aborrecerme” (Bucay y Salinas, 2000:40).

Esta descripción que hacen el psiquiatra Jorge Bucay y la terapeuta Silvia Salinas es nada más y nada menos, que la realidad de muchas parejas.

Convertirse en jueces de otro, para lograr que cambie o modifique conductas que a nosotros no nos gustan, termina por degastar cualquier relación. El camino viable es el de resolver, y eso se hace pactando sobre la base de acciones que apunten a buscar caminos de optimización de su relación.

Si no son capaces de resolver, porque se entrampan en un punto ciego, es hora de pedir ayuda, algo que muchas parejas suelen hacer cuando el daño que se han hecho uno al otro es tan grande que el remedio es demasiado escaso como para lograr sanar la relación.

Acusar no ayuda. Vivir lamentándose de estar con alguien con características que no nos agradan tampoco. Enfrentar la situación, hablar, dialogar, pedir ayuda, buscar mentoría, son los únicos caminos que ayudan verdaderamente a avanzar en una relación sana.

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Lazos de amor
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