¡Atiendeme!

 

"Presta atención a mis gritos, porque me encuentro sin fuerzas" (Salmo 142:6) 

Es difícil imaginarse lo que este versículo describe: "Gritos", y no a cualquier persona, sino dirigido a Dios mismo. Está escrito de una manera imperiosa: ¡Atiéndeme! ¡Escúchame! ¡Ponme atención! Está sin fuerzas, pero aún puede gritar. Seguramente a alguna mente de las que se ofenden aún de los que levantan la frente para hablar con Dios de manera audible se sentirán escandalizadas por esta falta de "reverencia" de parte de David. Sonrío al pensar en la cara de algunos legalistas que conozco escuchando a David gritar a voz en cuello pidiendo que Dios le ponga atención.

Me siento agradecido de saber que Dios está más allá de los estereotipos absurdos que se han inventado para describir a Dios. Tuve el privilegio de criarme en una congregación de gente que no temía hablarle a Dios con voz fuerte y ni siquiera se inmutaba si alguien decía: "Estoy enojado con Dios". Mi tío, que era el pastor de la iglesia, y uno de los pastores más amables y compasivos que he conocido, solía sonreír con amabilidad y siempre, invariablemente, terminaba dándoles un abrazo a los quejosos y recordándoles que Dios era capaz de escuchar los gritos y también los susurros, y que nada se le escapaba a su amor.

La tarea más hermosa que he tenido en mi vida ha sido ser padre. No dejaría esa labor por nada del mundo, es la experiencia más gratificante que he tenido, y a la vez la más estresante, angustiante y dura, pero la volvería a vivir mil veces si fuera necesario. 

Así como los padres estamos en la vida de nuestros hijos para estar presentes y atentos a sus necesidades, Dios, nuestro Padre infinito, inefable y extraordinario, quiere estar con nosotros siempre, aún en nuestros gritos y angustias. No nos dejará nunca, la sola idea de que él estará con nosotros a nuestro lado, aún en los momentos en que nos alejaremos de él, me llena de paz, de tranquilidad y de gratitud. Dios es maravilloso. Es un padre que no se asusta de nuestros gritos, sólo lamenta cuando nos alejamos, de nada más.

¿Estás yendo al Dios de amor, aún con tus gritos?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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