Nadie que me defienda



"Vuelvo la mirada a la derecha, y nadie viene en mi ayuda. ¡No hay nadie que me defienda! ¡No hay nadie que se preocupe de mí! A ti clamo, Señor, y te digo: ‘Tú eres mi refugio; tú eres todo lo que tengo en esta vida’" (Sal 142:4-5) 

Mirar para todos lados y no encontrar ayuda es devastador. Es sentirse totalmente desamparado y con una sensación de precariedad que lastima el pecho de sólo pensarlo. David sentía impotencia, una sensación de vulnerabilidad al saber que no había nadie que pudiera venir en su ayuda. Es una experiencia muy fea.

Los amigos, los que alguna vez jugaron y rieron con él, los compañeros de tardes de música, los que oraron junto a él, los que le acompañaron en momentos de victoria y éxito, y que también estuvieron en sus derrotas... simplemente, no están, han partido, se fueron, son sólo un recuerdo vago.

Siempre ha sido así. Los verdaderos amigos no se prueban en los momentos de bonanza sino cuando arrecia la tempestad. Es el rey el que persigue, muchos saben que lo que Saúl está haciendo es injusto e incorrecto, pero es el que tiene el poder, la autoridad, el que manda... ¿Cómo hacerle frente? La cobardía a menudo puede más que la amistad y la lealtad, por eso los pseudo amigos de David se alejan, callan, se mantienen a una distancia prudente para no ser confundido como alguien cercano a David. En momentos de persecusión, los que nunca fueron amigos muestran su verdadera naturaleza, porque simplemente se alejan. En ese momento es cuando se sabe realmente quiénes son los amigos, los leales que no fallan, los que están. 

David, contaba con Jonatán, al menos, tenía el consuelo que él entendía su situación, aún cuando estaba en una situación incómoda frente a la lealtad que le debía a su padre. Pero, con su actitud demostró que era realmente un amigo. Sin embargo, llegó un momento donde David sintió que aún su amigo no estaba y allí entendió que Dios es siempre nuestro refugio, el que no nos abandona, el que es todo para nuestra vida. Esa certeza le dio fuerzas para salir y continuar, la misma que nos da a ti y a mi.

¿Estás aferrándote a Dios aún cuando tus amigos huyeron?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida

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