No hay que confundir




"Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo" (Salmo 142:6b) 

No hay que confundir, tener un puesto de autoridad no necesariamente da autoridad. Una cosa y otra no van, necesariamente, juntas. Muchos de los que ostenta poder, no tienen nada más que autorización para ostentarlo, pero en el fondo, son débiles y profundamente temerosos de perder la cuota de poder que tienen.

Con los años me he ido poniendo cada vez más desconfiado del poder, en el ámbito que sea. Desconfío de los dirigentes religiosos que maltratan a nombre de Dios, considero que son la encarnación del enemigo de Dios, porque quienes viven en función de la divinidad no pueden vivir otra cosa que la bondad de quien dicen seguir. Sospecho de los políticos, especialmente cuando hablan de la pobreza desde sus casas de lujo y sus automóviles. No le creo a casi nadie que ostenta algún tipo de poder, con los años, el escepticismo ha ocupado el lugar de la confianza. He visto tantos que aman el poder por sobre las personas que estoy hastiado de gente que dice que están al servicio de los demás, cuando en realidad, sólo piensan en sí mismos.

David experimenta en carne propia el abuso de poder y la megalomanía de alguien que fue elegido para servir y terminó convirtiéndose en un monstruo de varias cabezas. Saúl se convirtió en la metáfora de lo que se convierte un individuo que ha perdido de vista el verdadero significado del servicio.

David clama a Dios porque se sabe en desventaja, pero es un clamor que reconoce que Dios tiene más poder, por esa razón se dirige a él. Sin embargo, es preciso entender que Dios no maneja la conciencia de las personas ni menos determina sus decisiones, por esa razón, de pronto la divinidad se encuentra inerme frente a los abusadores que utilizan el poder para dar rienda suelta a sus desvíos morales y a sus depravaciones personales.

Bendito Dios que su poder lo ejerce con magnanimidad. El mejor ejemplo de ejercicio del poder es de Dios, porque pudiendo actuar como un megalómano caprichoso decide ser magnánimo.

¿Conoces realmente al Dios que dices adorar?


© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida


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