Carros de combate


“Unos confían en sus carros de combate, otros en sus caballos. Pero nosotros confiamos en Dios y adoramos su santo nombre” (Salmo 20:7)
Pasan los siglos, pero, las actitudes no cambian. Una y otra vez los seres humanos demuestran tener en el fondo, una forma de ser, que deja mucho que desear. Dicen amar y confiar en Dios, pero en la práctica son otras las prioridades o fundamentos de su existencia. En la actualidad no tenemos “carros de combates” o “caballos”, así que para que el concepto se entienda, habría que reescribir el sentido de lo que David plantea. Escrito hoy podría decirse:

—Unos confían en su cuenta bancaria, otros en sus propiedades...

—Unos confían en sus cargos políticos, otros en sus contactos...

—Unos confían en sus vínculos sociales, otros en sus parientes...

—Unos confían en sus talentos naturales, otros en sus experiencias...

—Unos confían en sus logros, otros en sus títulos...

Así sucesivamente, la lista sería interminable. El principio es el mismo, poner la confianza en los logros personales o en bienes. En todos los casos, el resultado es el mismo. No importa cuánto se acumule o qué éxito tengamos, Dios sigue estando más allá de todo eso.

Confíar en Dios, significa en términos prácticos, que hemos aprendido a depender de él. Eso implica que sabemos perfectamente que todo logro o bien que acumulemos, es efímero, pasajero e inestable. Dios es lo único que permanece estable.

En el fondo, se refiere a una cuestión de actitud y de perspectiva frente a la vida. Todos los que ponen su confianza en logros y bienes, en algún momento se dan contra la pared de las circunstancias para entender que definitivamente ese no es el camino.

Cuando alguien dice confiar en Dios pero desespera cuando su cuenta bancaria está vacía, simplemente se autoengaña. Alguna vez le escuché decir a un tesorero de una institución cristiana:

—Ustedes oren, yo prefiero aumentar la cuenta del banco.

Esa actitud es simplemente, incredulidad disfrazada.

¿En quién pones tu confianza?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

#MiguelÁngelNúñez
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