¿Qué puede hacerme un simple mortal?


“Confío en Dios y alabo su palabra; confío en el Señor y alabo su palabra; Confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal? “ (Salmo 56:10-11)
La alabanza surge de una mente confiada. Cuando una persona está angustiada o amargada, no ve nada más que el problema que tiene al frente y no es capaz de levantar la frente para ver la luz detrás de la oscuridad. Su mente, está cegada por la dificultad por lo que alabar cuesta, como si se desangrara.

Nunca deberíamos juzgar la alabanza ajena, porque para llegar al momento de dar gloria a Dios, el individuo ha tenido que pasar por un túnel oscuro y lóbrego, para poder descansar en Dios.

La confianza produce tranquilidad y ausencia de temor. Nada ni nadie puede alterar a quien está confiado, ni aún “un simple mortal” como dice el salmista.

Es penoso que algunas personas se arroguen el derecho de decirle a otras personas cómo, cuándo y dónde deben alabar a Dios, sin darse a la tarea de intentar comprender qué ha vivido y por qué razón su expresión de alabanza es como es.

Un proverbio mexicano dice: “Nadie aprende en cabeza ajena” y esto vale también para la alabanza. Nadie puede decirle a otro cómo alabar, porque la alabanza y la adoración son experiencias nacidas en la intimidad y en la vivencia particular de cada individuo.

Una vez visité una cárcel, para acompañar el culto que realizaban un grupo de presos en una pequeña capilla que habían habilitado allí, en la prisión, en medio del horror que significaba ese lugar. Un cajón de manzana con un paño blanco encima hacía las veces de púlpito, donde habían puesto abierta la única Biblia que tenían. La sorpresa la viví a la hora de las alabanzas, uno de ellos hacía sonar de manera armónica dos cucharas, otro tenía una hoja de papel con un peine, otro tocaba un cajón, finalmente uno tenía una lata vacía que hacía sonar con un pequeño palo. Todo el resto acompañaba con palmas. En conjunto, sonaban como una hermosa orquesta, y sus rostros felices invitaban a la adoración. No parecía un penal, sino un lugar santo.

¿Estás juzgando la adoración ajena sin empatizar con su alabanza?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida
Comparte en:    Facebook Twitter Google+

0 comentarios:

Publicar un comentario

Tus comentarios enriquecen este blog, y a las personas que lo leen. Te agradezco por tus aportes. Sin embargo, ten en cuenta que para que se publique lo que comentas debes indicar tu nombre (no se publicará ningún mensaje anónimo), y no debe aparecer ningún enlace a alguna página, número de teléfono, o dirección. Además, no se publicará ningún comentario con tinte ofensivo, homofóbico, discriminatorio, insultante o irrespetuoso. Todo lo demás, es bienvenido.