Tergiversación inexplicable


“El no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama” (Salmo 22:24)
Es sorprendente cómo la mentira y la tergiversación se instala en el inconsciente colectivo al grado de que se da por verdad lo que no es más que un burdo engaño. En tiempos de Cristo se enseñaba que el pobre lo era por maldición divina, por lo tanto, al despreciar al pobre no se hacía más que seguir con la lógica divina, de hecho, se consideraba que un acto así era confirmar la voluntad divina, nada más.

¿Qué harían los israelitas con estos textos tan evidentes del salmista? Lo que siempre ha ocurrido, acallar la conciencia y creer en la mentira.

Es horrendo, pero la mentira pareciera tener más fuerza que la verdad, por eso se perpetua en el tiempo. El texto es claro Dios “no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que lo escucha cuando a él clama”. Sin embargo, aún cuando tenían esta idea inspirada por Dios, por siglos se enseñó lo contrario.

La pobreza es intolerable. El pobre vive una situación límite que lo hace continuamente replantear su vida. Si ante esa condición tan difícil, viene alguien y encima le dice que su pobreza es voluntad divina, no sólo le agrega a la crueldad de la carencia un hecho fatídico, el abandono de Dios.

Menos mal que es sólo una tergiversación. Dios no desea ni provoca la pobreza. Tampoco es cierto que la pobreza es una bendición, esa mentira es vendida por los que no son pobres. La pobreza es una desgracia y en muchos sentidos, es señal de que quienes tienen más no han sido lo suficientemente generosos para compartir con otros los dones y bendiciones que han recibido.

Duele en el alma ver a personas pobres y empobrecidas, tener que renunciar a su dignidad para pedir pan para sobrevivir. Pero duele más a quienes oran “Dios alimenta a los pobres”, cuando son ellos los brazos de Dios encargados de hacerlo. Siempre es más fácil tirarle la responsabilidad a Dios que asumir su propio compromiso.

¿Entiendes que Dios no causa la pobreza? ¿Qué haces tú?

© Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013 Del libro inédito Salmos de vida 

#MiguelÁngelNúñez
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