Creer es optativo


“El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos” (Salmo 10:4)

Creer es optativo. Consensuar esa idea antes que cualquier cosa es fundamental para no decir lo que no corresponde. Nadie está obligado a creer. Ni siquiera Dios, todopoderoso, obliga a alguien a creer. Malamente podríamos nosotros querer obligar a alguien a tener fe en la divinidad. Por eso que resulta tan repulsivo cualquier manipulación para hacer que alguien crea.

Sin embargo, hay un aspecto del no creer que a veces soslayamos o no enfrentamos adecuadamente, que es lo que presenta el salmista. Una persona que se niega a creer en Dios por “insolencia”, cae en un pozo del cual es difícil salir.

¿A qué le llama insolencia el salmista? Algunas versiones nos dan luz sobre el asunto. La versión de Serafín y Ausejo traduce: “con el rostro altanero, no le busca”. La Reina y Valera de 1909 va un poco más allá al traducir: “El malo, por la altivez de su rostro, no busca á Dios”. La Biblia de Jerusalén de 1998 va en la misma línea de pensamiento: “el impío, insolente, no le busca: ‘¡No hay Dios!’, es todo lo que piensa”.

Negarse a creer por tosudez, por vanidad, por orgullo, o simplemente, porque en la torpeza de creerse más, termina por abandonar la idea de Dios, es lo que el salmista retruca.

Es distinto a una persona que lucha por creer, que busca, que anhela tener certeza y que realiza una búsqueda honesta para poder tener una convicción, a alguien que sólo por la altivez de su mente decide que está mejor sin creer en Dios.

La mente es nuestro principal aliado y también, en muchos casos, nuestro peor enemigo. Los pensamientos que albergamos van condicionando nuestra vida. Si elijo ser no creyente, eso se reflejará en todo lo que haga. La vida humana da muchas vueltas, pero el no creyente, da más círculos, porque una vida sin Dios nos sumerge en un vacío existencial que nos va llevando vez tras vez ante nuestra propia limitación y la situación de no encontrar sentido a la existencia.

Una y otra vez los testimonios de fe nos muestran que sólo encontramos a Dios cuando decidimos creer. O sea, creer para tener certeza.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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