Dios, ¿determinista?


“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre” (Salmo 139:13)

Hay ideas que de tanto repetirse se vuelven parte de la cultura, y pasan de generación en generación sin análisis crítico, siendo aceptadas como si fueran conceptos válidos, así sin más. Una de ellas tiene que ver con el determinismo, Dios eligiendo lo que soy y decidiendo lo que cada individuo llega a ser desde el nacimiento.

Se repiten ideas como “Dios lo quiso” o “fue la voluntad de Dios”, sin medir de manera adecuada el impacto que dichas ideas pueden tener, especialmente en quienes padecen situaciones lamentables como enfermedades congénitas o problemas vinculados a mala gestación genética. Es muy fácil decir algunas cosas, especialmente, cuando estamos en la vereda del frente, sanos y en crecimiento normal. Distinto es cuando nos toca vivir el dolor de ver nacer a un hijo con parálisis cerebral, o el síndrome de Proteo, o cualquier otra situación similar.

Este versículo de este salmo ha sido utilizado por siglos como una “base” bíblica para sostener el determinismo. Supuestamente, deberíamos aceptar cualquier condición genética que recibimos como si fuera la “voluntad de Dios”.

¿De qué Dios estamos hablando? De un Dios justo, ¿dónde está la justicia de un Dios que decidiría que un ser humano sufriera de por vida la consecuencia de una parálisis cerebral? ¿De un Dios de amor? ¿Por qué extraña razón de amor Dios crearía una persona con el síndrome de Proteo?, esa rara enfermedad que trae dolor y sufrimiento a quienes la padecen haciéndolos dependientes el resto de su vida.

El texto está en el contexto de la omniciencia de Dios, en un Dios que nos conoce desde el vientre de nuestra madre. Por otro lado, es una poesía, que está en el contexto de la mente del salmista, que era determinista, que creía, por efecto de su cultura, que así obraba Dios. Sin embargo, es una metáfora, si fuera literal sumiría en un conflicto a miles de personas que luchan con graves dolencias de origen genético. Dios es justo y es amor, en su justicia no desea ni provoca el dolor de nadie. Los efectos del pecado no son voluntad de Dios, ni tampoco son su creación, así de simple y complejo a la vez.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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