Un acto de soberbia


“Todo el día proclamará mi boca tu justicia y tu salvación, aunque es algo que no alcanzo a descifrar” (Salmo 71:15)

Es un acto de soberbia de consecuencias incalculables el que un ser humano se yerga como capaz de entender plenamente la voluntad y el accionar divino. Sería el equivalente a que una hormiga lograra entender el funcionamiento del cerebro de un hombre. Así de absurdo suenan las pretensiones de algunos teólogos y opinantes cuando hacen comentarios acerca del accionar de Dios.

Deben sonreír los ángeles cuando algunos humanos se atreven a decir, con una fuerza inexplicable: “Esa es la voluntad de Dios, estoy completamente seguro”, como si tuvieran una gran bola de cristal que les permitiera saber con exactitud la mente de Dios. La soberbia llega a ser cómica en una presunción que termina por ser ridícula.

Lo más que los seres humanos podemos decir del infinito Dios, hasta aquí es lo que alcanzo a comprender y no estoy completa y absolutamente seguro que esté 100% en lo cierto. Por eso que el salmista aparece como alguien con más sentido común de lo que muchos seres humanos actuales parecen tener. Dice expresamente “es algo que no alcanzo a descifrar”, ¡pues claro! Dios es Dios y nosotros seres humanos finitos.

Soy un convencido de que en lo que se refiere a Dios ignoramos más de lo que sabemos, por esa razón, aferrarse de manera absoluta a lo que conocemos, como si no hubiera más que saber, es un ejercicio digno de un niño que tercamente se aferra a un pensamiento porque no es capaz de vislumbrar otro.

Agustín de Hipona solía decir con humildad que todo lo que sabía era como un vaso de agua frente al oceano que tenía por delante. Sin embargo, hay quienes se atreven a decir que ya tienen una porción de oceano de conocimiento sobre Dios. Da risa, pero es cierto, la presunción es tan peligrosa como la ignorancia.

Uno de mis profesores de Filosofía de la Universidad de Concepción solía decir con entusiasmo: “Mientras más sé, más ignorante me siento, porque me doy cuenta lo mucho que me falta por conocer”. Esa convicción no la tienen los presuntuosos, lamentablemente.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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