Vergüenza


“Jamás me dejes quedar en vergüenza” (Salmo 71:1b)

En una ciudad de Europa debía presentarse un pianista de fama mundial. Sin embargo, faltando poco para que comenzara el espectáculo el artista tuvo un accidente en su mano y no pudo cumplir con su obligación. Los organizadores llamaron de urgencia a un desconocido pianista que sabían que vivía en la ciudad. Le dijeron la dificultad que tenían y le pidieron que tocara para la gente que había pagado la función, para que no se sintiera chasqueada.

El hombre aceptó sabiendo que era un desafío monumental reemplazar al artista famoso. Antes de pasar al escenario el encargado de la función se dirigió al público y les explicó el inconveniente que estaba fuera del alcance de su voluntad. Les dijo que en su reemplazo había un artista local que haría la presentación. La gente comenzó a murmurar un tanto molesta, pero ya estaban allí, irse no tenía sentido.

El pianista pasó y comenzó a tocar frente a un público que definitivamente no estaba contento. Su interpretación fue magistral. Cuando terminó la primera pieza se produjo un silencio incómodo. Nadie aplaudió, aún cuando tocó tan bien como lo habría hecho el artista famoso. Sin embargo, de pronto, de las graderías donde se ubicaba la gente de menores recursos se escuchó una voz infantil que gritó:

—¡Bravo papi! ¡Bravo! —y comenzó a aplaudir entusiasmado.

La multitud sonrió y todos a una comenzaron a aplaudir y se pusieron en pie para homenajear al pianista que esa noche hizo una de sus mejores interpretaciones.

Siempre me ha gustado esta historia. Me gusta pensar que Dios es como ese niño que nos aplaude entusiasmado aún cuando una multitud nos mira de manera hostil. Dios es nuestro mayor fans. Él se goza con nuestro gozo y aplaude feliz cuando algo bueno nos ocurre y rie a carcajadas con nuestras alegrías.

Imaginar a un Dios que se complace en vernos derrotados o tendidos en medio de la vergüenza es simplemente, no entender quién es Dios. En este mismo instante, él está aplaudiendo entusiasmado sólo porque ha entrado este pensamiento a tu mente: Dios es feliz cuando tu lo eres. No lo olvides y aguza tu oído para escuchar su aplauso.

Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014 Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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1 comentario:

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