El acusador


“Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios” (Apocalipsis 12:10)

Hay palabras que cuesta pronunciar por la carga cultural que tienen, una de ellas es “diablo”. Expresión que viene del griego “diábolos”. Está formada por “dia” (a través de) y “bolos” (tirar, arrojar). Está vinculada semánticamente a la idea de “tirar mentiras”, “sembrar rencillas” o “tirar unas personas en contra de otras”.

La expresión castellana “diablo” se formó a partir del vocablo latino “diabolus”, que es utilizada por primera vez por Tertuliano a fines del siglo II. En latín tiene el sentido de alguien que arroja algo a través o en medio de otros, de allí que la expresión sea sinónimo de alguien que divide o provoca reyertas. Por esa razón, en el mundo latino llegó a ser la expresión que se utilizaba para señalar al calumniador.

Un “diablo” es aquel que divine, el que provoca peleas, el que desune, separa, crea inquinas, ataca, acusa y calumnia. Es una expresión que se vincula con la labor que hizo Lucifer, y han venido haciendo a través de los siglos todos aquellos que tienen una religiosidad tóxica.

La expresión no está en el Antiguo Testamento, aunque su uso si se lo puede rastrear a escritos contemporáneos, no tenía el sentido que hoy se le asigna, sólo para individualizar al enemigo de Dios.

Todo aquel que utiliza formas incorrectas para interactuar con sus hermanos, es un “diablo”, especialmente, si acusa, juzga, condena, desune, siembra resquemores y odiosidades. Cuesta entender que dichas prácticas sean el común denominador de muchos “defensores de la fe”, por la forma no defienden a Cristo, sino a su enemigo.

“Ser amable con todos los que encuentras es pelear una dura batalla” (Platón)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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