Hijos del diablo



“Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano” (1 Juan 3:10)

No hay cómo equivocarse, Juan da dos claves para distinguir a los que él llama “los hijos del diablo”. En primer lugar, “no practican la justicia” y segundo lugar, “no aman a su hermano”. Si aplicáramos esa simple regla, podríamos distinguir con total claridad a quién es de Dios y a quién no.

“Practicar la justicia” no tiene que ver con aparentar santidad o buscar vivir una obediencia a ultranza, porque en el fondo, eso se convertiría en una especie de justicia propia. Quien práctica la justicia actúa de acuerdo al “derecho” (Proverbios 21:3), eso significa que busca por todos los medios posibles hacer las cosas bien, apegadas a principios y valores que estén conforme a la volunta de Dios. Dónde está la justicia de acusar y condenar a otros? ¿Dónde el buscar crear pleitos y contiendas entre hermanos? Quiénes obran de ese modo hacen la tarea del diablo y no la de Dios.

En Miqueas 6:8 “practicar la justicia” se vincula con “amar la misericordia” y “humillarse frente a Dios”, evidentemente, nada tiene que ver con el orgullo que muestran algunos de los “defensores de la fe” que se han convertido, en la práctica, en lobos de sus hermanos.

El “amor al hermano” es la siguiente característica del hijo de Dios, que evidentemente está relacionada con “practicar la justicia”, es decir, obra en concordancia con lo que cree. Los apologetas de la fe contemporánea insultan, maltratan, mienten, se burlan, ironizan y calumnian a quienes no creen como ellos, y no se dan cuenta que hacen la labor del enemigo de Dios.

“No me da miedo la calumnia. Sólo me da miedo no amar al que la levanta contra mi” (Fernando Arrabal)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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