El hábito de juzgar


“No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes” (Mateo 7:1)

Jesús fue meridianamente claro, “no juzguen” y agrego “a nadie”. No logro entender qué parte de la frase no entienden algunos cristianos. Me resulta un enigma la actitud de quienes leyendo a Cristo hacen exactamente lo contrario de sus indicaciones.

Quien juzga emite un veredicto y cuando lo hace se pone en un sitial superior, pues desde allí está decidiendo la condición de otra persona.

Se ha instalado en el mundo cristiano contemporáneo un tipo de persona que se siente capaz de juzgar y por lo tanto, de condenar a quienes viven y actúan de manera diferente a la que ellos consideran correcta. ¿Qué parte del evangelio desconocen para hacer eso? Simplemente, para empezar, a Cristo mismo quien dijo: Yo “no juzgo a nadie” (Juan 8:15). Hablemos claro, Jesús no juzgó a nadie, pero muchos de los que se dicen sus seguidores si lo hacen, eso los convierte en individuos que, o no entienden a su Maestro o simplemente, le enmiendan la plana haciendo lo contrario de sus enseñanzas.

Por el tipo de trabajo que realizo todas las semanas me toca interactuar con personas que tienen grandes luchas, de todo tipo, que se sienten solas, abandonadas, culpables y sin salida para sus problemas. El gran enigma al que me enfrento diariamente es ¿con qué cristianos los vinculo para que no se sientan juzgados? Nunca debería alguien hacerse esa pregunta, cuestión que me causa no sólo dolor, sino una gran tristeza. ¡Cristo no juzga a nadie! ¡Bendito Dios por eso!

“Nunca podemos juzgar la vida de los demás, porque cada uno sabe de su propio dolor y de su propia renuncia. Una cosa es suponer que uno está en el camino cierto; otra es suponer que ese camino es el único” (Paulo Coelho)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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