Herido por mis hermanos


“Son las heridas que me hicieron en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6)

No pasa una semana que no reciba una carta llena de insultos. Misivas irreproducibles cargadas de expresiones de desprecio. No conozco a ninguna de esas personas, nunca he hablado con ellas, pero lo más espeluznante es que el cien por ciento de los que me escribe para insultarme son cristianos, al menos eso dicen. ¿Qué he hecho para merecer su atención? Pues, sólo pensar diferente.

Muchos cristianos están al debe. No han aprendido a convivir con quien piensa distinto. Eso, que la psiquiatría considera un problema de salud mental, es propio de quienes viven una fe torcida y tóxica.

Puedo entender que un no creyente se enfade con mi pensamiento, aunque NUNCA he recibido una carta de un no creyente insultándome. Pero, no logro comprender la mente de un cristiano que desprecia y odia a quien no piensa como ella, y más aún, si dicen hacerlo por defender la fe “pura” de Jesucristo.

Jesús que dijo que seríamos conocidos por el amor que nos tenemos los unos a los otros, simplemente, no lo comprendería. Uno de mis sobrinos, universitario, también cristiano, pero de una congregación distinta a la mía, a quién le han escrito sobre mi, “advirtiéndole” sobre mis pensamientos me preguntaba hace poco:

—¿Qué se cree esta gente? ¿Qué tienen en la cabeza?

La misma pregunta me hago y la única respuesta que tengo es que creen ser guardianes de la fe, pero provocando que otros pierdan su fe. ¿Y en su cabeza? Pues, Cristo no está, eso es seguro.

“De sobra es conocida, en efecto, la falta de escrúpulos de todos los sectarios para componerse su propia apología a partir de su maestro” (Friedrich Nietszche)


Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Reflexiones al amanecer

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