“Vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume” (Lucas 7:37)
Hemos hecho de Jesús una caricatura, que nos cuesta enormemente entender el tipo de persona que era. Si juzgáramos a Cristo por lo que dicen algunos cristianos, entonces, simplemente, tendríamos que sacar un montón de mensajes que aparecen en la Biblia sobre su perfil como persona.
Le llamaban “glotón” y “borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores” (Lucas 7:34), imagen que hecha al trasto miles de sermones que lo pintan como un ser aislado y lejano de la gente, como intocable.
En la historia que presenta el evangelio lo muestran como amigo de prostitutas, si de las mismas que despreciamos cada vez que queremos insultar a alguien y lo llamamos “hijo de p...”, simplemente, como la máxima forma de rebajar a alguien, pero Jesús no tenía esos atavismos nuestros tan lleno de prejuicios y estereotipos. No me molesta que fuera amigo de prostitutas, creo que me molestaría si lo fuera de políticos y religiosos corruptos, y en ninguna parte de los evangelios nos muestra a un Jesús amigo del poder, que es precisamente lo que no les agrada a los que han dado vuelta el cristianismo. Ahora, la mayor parte de los cristianos son amigos de los poderosos y enemigos de prostitutas, desplazados y caidos en desgracia. Es el mundo al revés, al menos, el que Jesús vino a mostrarnos.
La mujer que vino hasta Cristo, sabiendo que en cualquier momento podría ser excluida y expulsada, se acercó de manera sigilosa y vertió el frasco de alabastro a los pies del Maestro, un carísimo perfume, comprado con el dinero obtenido de su oficio. No sabemos cómo llegó a esa condición, pero seguramente, lo fue por las mismas razones que muchas mujeres llegan a estar en la parte más baja de la escala social: Por discriminación, por falta de oportunidades, por desesperación, por abuso, por negligencia social, por miles de cristianos que prefieren recluirse entre cuatro paredes antes de ir donde los desesperados a decirles: Aunque no lo creas, Dios te ama.
Cuesta creer que Jesús era amigo de prostitutas y seguido por los desechos de la sociedad... cuesta porque el cristianismo de poder que tenemos no nos permite creerlo.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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