“Cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto desaparecerá” (1 Corintios 13:10)
Resulta difícil encontrar modelos bíblicos, aparte de Cristo. Por siglos, por la influencia mal sana de la ideología del credo de la “santidad” o “la intercesión de los santos”, se ha estado tratando a los personajes bíblicos como si fueran individuos inmaculados, perfectos y sin tacha.
La realidad dista mucho de ese mito absurdo.
Pedro era espectacular en muchos aspectos, pero tenía el tino de un niño jugando con cristalería fina, al primer descuido, rompía todo.
Pablo, una mente envidiable, con características de genio, pero un carácter difícil, que no dudó en enojarse con Bernabé y hacerle una escena pública a Pedro. No me habría gustado cruzarme con él cuando se enojaba.
Abraham, “padre de la fe” dice la Biblia, pero un mentiroso y miedoso que no dudó en entregar a su propia esposa a un monarca con tal de salvar el pellejo. Debería llamarse el “padre de los cobardes”.
Judá, símbolo de la tribu emblemática de la cual nació el Mesías, pero que no duda en pagarle a una prostituta que resultó ser su propia nuera y a la que no reconoció en su ceguera libidinosa.
Miriam, con un liderazgo a todas luces extraordinario, una poeta maravillosa, pero con una lengua viperina que hasta el mismo Dios tuvo que darle una lección porque se había pasado de la raya.
David, un joven valeroso que no se amilanó para enfrentarse a Goliat, pero luchó contra otros gigantes que nunca venció, lo que lo convirtió en una persona errática, contradictoria, sangrienta y sombriamente triste.
¿Por qué están estos personajes en la Biblia y otros? Pues, precisamente para recordarnos que la perfección es un atributo divino y no humano. Cuando sacralizamos a un ser humano, nos olvidamos que eso no es posible, y de paso, desanimamos al resto que tiene que luchar todo el día con sus propias luchas y conflictos.
El que exista Pedro, David, Betsabé, Noemí, Rahab, Moisés, Aarón, y los miles de personajes que narra la Biblia es para darnos esperanza, para que entendamos que si ellos pudieron ser salvos, todos nosotros tenemos esperanza, incluso tú que crees que nunca serás perfecto.
Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2014. Del libro inédito: Cada vida un universo
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